Dificilmente pensamos o hacemos cosas que no hayan sido pensadas o hechas con anterioridad. Es más en muchas ocasiones sospechamos ideas sin saberlas verbalizar. Ideas que por supuesto alguien ya ha sentido y ha sido capaz de verbalizar. Al respecto de lo que es una historia Roquentin, el Sabado a mediodía, discurre:
"Cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entra y sale, eso es todo. Nunca hay comienzos. Los días se añaden a los días sin ton ni son, en una suma interminable y monótona. De vez en cuando, se saca un resultado parcial; uno dice: hace tres años que viajo, tres años que estoy en Bouville. Tampoco hay fin: nunca nos abandonamos de una vez a una mujer, a un amigo, a una ciudad. Y además, todo se parece: Shanghai, Moscú, Argel, al cabo de quince días son iguales. [...]
Pero al contar la vida, todo cambia; solo que es un cambio que nadie nota; la prueba es que se habla de historias verdaderas. Como si pudiera haber historias verdaderas; los acontecimientos se producen en un sentido, y nosotros los contamos en sentido inverso. En apariencia se empieza por el comienzo: "Era una hermosa noche de otoño de 1922. Yo trabajaba con un notario en Marommes". Y en realidad, se ha empezado por el fin. El fin está alli, invisible y presente; es el que da a esas pocas palabras la pompa y el valor de un comienzo. "Estaba paseando; habia salido del pueblo sin darme cuenta; pensaba en mis dificultades económicas.» Esta frase, tomada simplemente por lo que es, quiere decir que el tipo estaba absorbido, tacitumo, a mil leguas de una aventura, precisamen-e con esa clase de humor en que uno deja pasar los acontecimientos sin verlos. Pero ahí está el fin que lo transforma todo. Para nosotros el tipo es ya el heroe de la historia. Su taciturnidad, sus dificultades económicas son mas preciosas que las nuestras: estan doradas por la luz de las pasiones futuras. Y el relato prosigue al reves: los instantes han cesado de apilarse a la buena de Dios unos sobre otros, el fin de la historia los atrae, los atrapa, y a su vez cada uno de ellos atrae al instante que lo precede."
"Cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entra y sale, eso es todo. Nunca hay comienzos. Los días se añaden a los días sin ton ni son, en una suma interminable y monótona. De vez en cuando, se saca un resultado parcial; uno dice: hace tres años que viajo, tres años que estoy en Bouville. Tampoco hay fin: nunca nos abandonamos de una vez a una mujer, a un amigo, a una ciudad. Y además, todo se parece: Shanghai, Moscú, Argel, al cabo de quince días son iguales. [...]
Pero al contar la vida, todo cambia; solo que es un cambio que nadie nota; la prueba es que se habla de historias verdaderas. Como si pudiera haber historias verdaderas; los acontecimientos se producen en un sentido, y nosotros los contamos en sentido inverso. En apariencia se empieza por el comienzo: "Era una hermosa noche de otoño de 1922. Yo trabajaba con un notario en Marommes". Y en realidad, se ha empezado por el fin. El fin está alli, invisible y presente; es el que da a esas pocas palabras la pompa y el valor de un comienzo. "Estaba paseando; habia salido del pueblo sin darme cuenta; pensaba en mis dificultades económicas.» Esta frase, tomada simplemente por lo que es, quiere decir que el tipo estaba absorbido, tacitumo, a mil leguas de una aventura, precisamen-e con esa clase de humor en que uno deja pasar los acontecimientos sin verlos. Pero ahí está el fin que lo transforma todo. Para nosotros el tipo es ya el heroe de la historia. Su taciturnidad, sus dificultades económicas son mas preciosas que las nuestras: estan doradas por la luz de las pasiones futuras. Y el relato prosigue al reves: los instantes han cesado de apilarse a la buena de Dios unos sobre otros, el fin de la historia los atrae, los atrapa, y a su vez cada uno de ellos atrae al instante que lo precede."
Acuarela. Cubierta de "The bones of Giants". Control+T |
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